Tan de pronto amaneces,
imprevista,
como si hubiera que esperarte
sin saber por donde aparecerás.
Yo se que errabundas por tus cielos,
te depositas lentamente
en la calma de tus silencios,
como en aquel callar nuestro
de esa batalla silenciosa
en el mar inmenso de sensaciones.
Tu forma intacta y luminosa sigue ahí,
que yo lo siento.
Y el olor obstinado de aquel otoño imposible
por el que el corazón queda marcado
para siempre.
La felicidad de unos besos reservados,
unos cuerpos apenas vistos
en batallas silenciosas,
y aquel callar nuestro
suplido con abrazos.
Me faltó conocer lo que callas,
los pretextos escondidos,
tu huir en los momentos que me faltabas.
Te conozco tan de tiempo
que sólo tú serás tú,
la extraña delicia de haber tenido
lo que de verdad nunca tuve de nosotros mismos.
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